Andrés ya no podía cambiar de idea. Durante varias
noches apenas durmió. No quería hacer ese trabajo.
Ni siquiera a cambio de una casa con un extenso
jardín en el que poder plantar y hacer crecer su
preciada colección de semillas.
Estaba triste y hasta parecía que había envejecido.
Pensaba en esas bombas que arrasarían con todo.
Imaginaba esas amplias extensiones de tierra muerta
en las que ya nunca volverían a nacer brotes nuevos.